Leyendas de Granada: la tragedia más romántica junto al río Darro

CASA-CASTRIL El barrio del Albaicín (Tour privado por el Albaicín y Sacromonte) de Granada guarda leyendas de Granada en cada casa, en cada esquina y cada patio. Hoy, hemos decidido pararnos en la Casa de Castril, una enorme vivienda a orillas del río, que ha sido testigo de muchas historias y quién sabe cuántos secretos.

En la Carrera del Darro, casi llegando al Paseo de los Tristes, este caserón del siglo XVI, que desde 1917 alberga el, hoy temporalmente cerrado, Museo Arqueológico y Etnológico de Granada, ha sido fuente de innumerables relatos románticos que han llegado hasta nuestros días.

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Foto de Paul Hermans

La causa principal de tantas habladurías es un misterioso balcón tapiado, que hace esquina en la segunda planta del edificio, mirando hacia la misma carrera del Darro, y sobre cuyo dintel reza una frase esculpida en piedra: «Esperándola del cielo». La explicación más plausible es que el noble que mandó contruir la casa, el piadoso don Hernando de Zafra, quisiera inscribir esa frase por su fe y en alusión a la vida eterna. Sin embargo, las leyendas han rodeado a esa casa y ese balcón cegado casi desde su construcción, alimentadas por los numerosos rumores de que una misteriosa joven, vestida como en la Edad Media, vaga llorando por las habitaciones, apareciendo y desapareciendo entre lamentos y sollozos.

La tragedia en Granada

Cuentan que el viudo don Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos, vivió en esta casa con su hija Elvira, una hermosa joven que antes de cumplir los 18, se enamoró de Alfonso de Quintanilla, perteneciente, como no, a una familia rival a de su padre.

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Una noche, ante la ausencia de don Hernando de la vivienda, los dos amantes se encontraron en la intimidad de los aposentos de Elvira. Sin embargo, el padre decidió volver antes de lo esperado y un paje que servía a la familia, Luisillo, se apresuró a entrar en la habitación para alertar a los dos enamorados. El noble tuvo tiempo de huir por el balcón abierto, pero don Hernando sorprendió al paje en la habitación junto a su hija a medio vestir, y creyó que el pobre criado era el amante de su hija.

Inmediatamente, el ofendido y deshonrado padre, mandó ejecutar a Luisillo, ahorcándolo en el mismo balcón por el que la noche antes había logrado huir el verdadero amante de Elvira. De nada le sirvió implorar piedad y justicia divina por el tremendo error que se estaba cometiendo con él. «Colgado quedarás, esperándola del cielo», le respondió don Hernando. Esa misma frase fue la que hizo esculpir sobre el mismo balcón del que colgaba Luisillo, para advertir a todo el que se atreviera a cortejar a su hija de lo que podía esperar si se atrevía a deshonrarla.

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Al mismo tiempo, hizo tapiar el balcón por el que él creía que había entrado la deshonra a su casa y confinó a su hija Elvira en esa misma habitación, para que no pudiese volver a ver la luz del día. Ante tanta desgracia, la desdichada Elvira no soportó la soledad de su encierro y se quitó la vida con un veneno en sus aposentos.

Leyendas de Granada: Casa de Castril encantada

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La tragedia de don Hernando de Zafra no acabó con la muerte de su hija, ni siquiera con la suya propia, pues dicen que el día que falleció cayó tal tromba de agua, que el Darro se llevó su féretro. El cuerpo de don Hernando nunca apareció, por lo que jamás recibió sepultura y cuentan que, a veces, se le ve vagando por la ribera del río, buscando el descanso que no obtuvo al morir.

Una más de las leyendas de Granada que puedes conocer en nuestras visitas, como en el Paseo guiado: Historia de la Transformación de Granada.