Algo más alejados del centro histórico de Granada, la ciudad cuenta con extraordinarios monumentos y ejemplos de su rico patrimonio, que no deben ignorarse en ninguna visita a Granada.

Monasterio de la Cartuja

El monasterio de la Cartuja de Granada es una de las joyas del Barroco hispano desde los inicios del siglo XVI hasta la irrupción del Neoclasicismo a finales del Setecientos.

Su historia se remonta  a una época anterior a la conquista cuando en 1459 el monasterio del Paular de Segovia acuerda la fundación de otro convento, aun sin saber dónde lo querían tener. El proyecto cristalizó cuando en 1513 don Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán decide fundarlo en una de sus almunias en Granada, el Pago de Aynadamar. Desacuerdos entre la Orden y Don Gonzalo determinaron la mudanza de emplazamiento, dentro de la misma finca en 1516, ya sin la ayuda de los Fernández de Córdoba.  Ya sin financiación, las obras duraron tres siglos, sin que al tiempo de la desamortización de Mendizábal de 1836, hubiesen concluido en su totalidad.

Lo hoy conservado es una parte exigua del conjunto de la Cartuja. Se trata de la iglesia, el antiguo claustrillo y las dependencias comunes, que constituye una amalgama muy notable de construcciones de épocas y estilos diversos.

Se accede al monasterio a través de la portada plateresca,  dando paso a un amplio compás o atrio decorado con una buena muestra de empedrado granadino realizada en el año 1677. Una gran escalinata conduce a la portada jónica de la iglesia, la estatua del fundador San Bruno que la preside.

El perímetro de la iglesia fue empezado a mediados del siglo XVI, aunque el mayor impulso a esta parte se dio en el primer tercio del siglo siguiente, la airosa torre del conjunto, la única de las cuatro proyectadas en principio.

Acceso al Monasterio de la Cartuja

Entrada Cartuja de GranadaLa entrada al monumento se practica por el llamado Claustrillo, levantado a mediados del siglo XVII. Es de un solo piso de galerías semicirculares, al que se abren cuatro capillas, guardando dos de ellas notables esculturas barrocas: la Virgen del Rosario de Risueño y el famoso Ecce Homo de terracota de los hermanos García. Este patio en su origen estuvo decorado con un programa iconográfico de lienzos de exaltación de sus mártires, unos pintados por Vicente Carducho y otros por el lego fray Juan Sánchez Cotán. Repartidos hoy por diferentes salas del recinto, convierten el Claustrillo virtualmente en un museo pictórico de estos dos grandes pintores del primer Barroco, afectos a la orden cartuja.

Al lego Fray Juan Sánchez Cotán se dedica el Refectorio, labrado entre 1531 y 1550 en estilo gótico y cubierto con bóvedas de crucería. Una cruz en trampantojo preside el testero, junto con un lienzo de la Santa Cena, tan a propósito para un comedor monástico, amén de varios otros cuadros de exaltación delos mártires cartujos, unos pintados por Vicente Carducho y otros por el propio Sánchez Cotán.

Inmediatamente al lado,  la vecina Sala de Profundis del Noviciado de Legos. Su retablo de San Pedro y San Pablo, con otros tres lienzos, decoran esta sala. La obra de Carducho se ubica en las salas siguientes. Narra, fundamentalmente, escenas de la vida del santo fundador de la orden y del martirio padecido por los cartujos en la Inglaterra de Enrique VIII. El Claustrillo incluye también el capítulo de frailes o legos, que es una de las partes más antiguas del conjunto,  y la Sala Capitular de monjes.

El interior de la iglesia se ultimó en 1662 con una recargada decoración de yeserías barrocas con profusión de pesadas yeserías polícromas, con cartelas y molduras. Su nave se divide en tres sectores, el primero más corto y sobrio, reservado al pueblo. El segundo sector o coro de legos con una magnífica puerta de taracea y cristales biselados realizada en 1750 por el lego granadino fray José Manuel Vázquez. Los lienzos de Sánchez Cotán del Bautismo de Cristo y Descanso en la Huida a Egipto. El tercer y preeminente sector es el coro de monjes, lienzos de la Virgen, realizados por Pedro Atanasio Bocanegra. Este ciclo mariano completo es una derivación directa del ciclo de Cano para la Catedral. Los brazos y ábside, de nuevo, alcanzan la categoría de museo pictórico in situ, con cuatro lienzos de la Pasión de Cristo debidos a Sánchez Cotán y otros seis marianos de Bocanegra.

Obras maestras del Barroco español: el Sagrario y la Sacristía de la Cartuja

El Sagrario de la Cartuja es obra suntuosísima. Su solemnidad deriva del empleo de mármoles polícromos, albergan algunas excelentes esculturas: la Magdalena de Duque Cornejo, el San José de Mora y el Bautista de José Risueño. La cúpula es una alegoría de exaltación de la orden, la vida monástica y la Eucaristía: San Bruno con una custodia sobre un mundo, junto a la Santísima Trinidad. En su centro se erige el suntuoso tabernáculo de mármoles polícromos, la más feliz expresión de este tipo de altares centralizados en el arte granadino.

La Sacristía constituye una obra maestra del Barroco granadino. Su novedad radica en la valentía de su ornamentación en yeso. La solería blanca y negra, los mármoles ocres de Lanjarón del basamento y las excelentes cajoneras en taracea del lego fray José Manuel Vázquez. Los arcos sobre la cornisa acentúan la ilusión de espacio expansivo e introducen fuertes contrastes lumínicos: tonos blancos, azules y dorados,  semejantes en cierto modo a las decoraciones palatinas de la Alhambra.

Monasterio de San Jerónimo

El Monasterio de San Jerónimo es una construcción que cambió el destino artístico y el desarrollo urbano de Granada. Fue fundado en 1492 por los Reyes Católicos, dentro de su política de cristianización de la ciudad recién conquistada. Se ubica en lo que era un pago conocido como la Dar ibn-Murdi (la casa de ben Murdi). Dotado cuantiosamente por los Reyes con rentas y bienes, pronto empezó a levantarse un ambicioso edificio, tomando forma un primer claustro principal, terminado en 1519 y otro colateral terminado, al menos, en 1526. En 1521 los monjes se pueden establecer ya en el nuevo edificio. De la configuración del monasterio en sus primeros tiempos daría cuenta el embajador Navagiero, el cual visitó en 1526 cuando el viaje de bodas del Emperador Carlos V y la Emperatriz Isabel.  El segundo patio, uno de los primeros renacentistas de Granada, fue habilitado como residencia de urgencia de la Emperatriz Isabel en su visita nupcial a la Alhambra, tras un terremoto que la asustó mucho.

La figura del Gran Capitán en el monasterio de San Jerónimo

Fue construido en reconocimiento al que fuera su brazo derecho en la primera cristianización de la ciudad, el monje jerónimo fray Hernando de Talavera y se convirtió en un monumento transcendental por voluntad de la familia del Gran Capitán, don Gonzalo Fernández de Córdova. Al convertir su cabecera en capilla funeraria, Jacobo Florentino y Diego de Siloé sustituyeron el estilo gótico inicial por el renacentista, considerando que con este último se expresaban mejor los valores de la nueva nobleza cristiana en Granada. Desde los siglos XVI al XVIII su crecimiento espiritual y arquitectónico le llevan a configurarse como uno de los monasterios más notables de la ciudad, contando con varios patios y corrales, cuadras, bodegas, hospedería, y gozando de grandes posesiones rústicas, consiguiendo al mismo tiempo convertirse en uno de los polos de crecimiento urbano más significativos y aristocráticos de la Granada moderna. Con la llegada del convulso siglo XIX las cosas cambiaron radicalmente. Primero fue saqueado por las tropas francesas, la tumba del patrocinador profanada, sus banderas y objetos robados y las piedras del campanario utilizadas para hacer el Puente Verde.

Pero más perdió en la Desamortización de Mendizabal y las revueltas sociales decimonónicas, ya que pasó a ser cuartel militar; parte de sus patios, corrales y huertas fueron segregados y vendidos y su tesoro artístico quedó muy mermado. Pero no terminarían aquí sus penalidades. En 1926 sufrió un incendio que afectó principalmente a la cubierta del segundo patio, arrasando al derrumbarse todo cuanto había debajo, ardiendo asimismo la cúpula barroca de su escalera principal y el ala noroeste del claustro principal.  En las últimas décadas ha recuperado su carácter monacal original, al pasar aquí las religiosas del extinguido monasterio de Santa Paula, incorporando al mismo tiempo su propio tesoro artístico.

Para acceder al monasterio, es mejor hacerlo por la calle rector López de Argüeta, gozando de esta manera de la mejor perspectiva de su compás empedrado y bordeado de acacias, cipreses, olmos, naranjos, magnolios, etc., y así, relajando nuestros pasos y remansándonos en el tiempo, nos iremos acercando poco a poco hacia el ángulo mágico que forman las portadas de la iglesia y del monasterio, ensambladas y separadas al mismo tiempo por su esbelta torre.

La construcción del monasterio de San Jerónimo

La iglesia, trazada seguramente por Enrique de Egas, según se desprende de su paralelismo con la Capilla Real, se inicia en 1519, pero cuando solamente estaba levantado el perímetro a una altura de unos 4 metros un hecho decisivo vino a cambiar su destino artístico. Doña María Manrique, Duquesa de Sesa y Terranova, viuda del Gran Capitán, solicita al Emperador Carlos V la cesión de la capilla mayor y crucero para enterramiento suyo y de su esposo. Las obras se inician en 1525, siendo contratado para dirigir las obras el escultor, pintor, ensamblador y arquitecto italiano Jacobo Florentino, que en sus trabajos de la Capilla Real de Granada había demostrado un hábil manejo de los nuevos repertorios renacentistas.

Florentino muere al poco tiempo, en enero de 1526 y para continuar las obras es llamado el burgalés Diego de Siloé. Su aparición en este proyecto, en marzo de 1528, fue como un fogonazo que vino a alumbrar el panorama artístico de Granada en las décadas siguientes. Según el contrato inicial, Siloé debía diseñar, aparte de la cabecera, las rejas, el retablo mayor y los túmulos que habían de completar todo el programa conmemorativo. Al tiempo que dirigía la capilla mayor, continuó las obras del cuerpo de la iglesia.

En el interior del monasterio, a lo largo del tiempo, diversas familias ilustres granadinas fundaron capillas y patronatos particulares en todo el circuito del claustro mayor, siendo testigo de ello la serie de portadas que, junto con las realizadas para las dependencias de los monjes, constituyen un conjunto admirable, desde las más ornamentadas y platerescas a las de diseño manierista que alcanzan los inicios del siglo XVII. En el siglo XVIII se añadiría la suntuosa escalera y su portada pétrea que pone en la comunicación los dos pisos del claustro principal.

A pesar de la importancia monumental de lo conservado, el monasterio ha perdido dos patios, la hospedería y otras dependencias. El claustro principal del monasterio es casi cuadrado y de considerables dimensiones, con dos pisos y galerías de nueve arcos en cada lado que cierran un jardín central. Los arcos inferiores son de medio punto, los superiores lo son carpaneles con capiteles con distintos motivos ornamentales a base de animales y formas humanas entremezclados. Sobre los arcos centrales campean los escudos de los Reyes Católicos y del arzobispo Talavera. El jardín central fue replantado con naranjos en la restauración moderna, al modo que lo estaba en el siglo XVI según lo vio y relató Navagiero.

Alrededor del primer claustro se distribuyen las dependencias habituales de un monasterio, como son el refectorio o comedor y la sala de profundis o antesala-capilla, la sala capitular, además de otras habitaciones y capillas o altares para enterramiento.

El segundo claustro, es la actual clausura de las monjas y por tanto está excluida de la visita turística, pero se puede atisbar por un pasillo junto a la escalera principal. Terminado con anterioridad a 1526, este patio puede considerarse como uno de los primeros renacentistas de Granada. Los que quieran conocer su capilla privada, acompañar a las monjas en su misa diaria, deberían madrugar bastante, pues la celebran rayando el día.

La Iglesia de San Jerónimo

La iglesia es uno de los edificios de mayor calado artístico y originalidad de los existentes en Granada. La cabecera es el elemento de mayor fuerza dinámica y expresiva. Como expresión pública de dominio y propiedad aparecen sobre el paño central un gran escudo de los Fernández de Córdoba sostenido por guerreros, con una cartela que se lee: “GONSALO FERDINANDO A CORDUBA MAGNO HISPANORUM DUCI GALLORUM AC TURCARUM TERRORI”. En los paños colaterales aparecen medallones con los retratos idealizados de María de Manrique (Duquesa de Sesa) y del Gran Capitán.

La belleza de esta cabecera se ve amenizada por un entorno de respeto, pequeño pero bastante agradable, con unos naranjos que en mayo nos regalan su aroma inconfundible.

El interior de la iglesia presenta en planta la configuración denominada de tipo franciscano, característica del último gótico español. Consta de una nave, crucero sin sobresalir de los muros y cabecera poligonal. La alta nave aloja cuatro capillas laterales a cada lado y se cubre con bóveda de crucería sencilla. A los pies destaca el amplio coro.

La mayoría de las capillas laterales fueron enterramientos de familias ilustres y ahora acogen diversos retablos barrocos, altares e imágenes como la Soledad, un bello rostro atribuido a Pedro de Mena. A media altura, podemos admirar, sobre sendas tribunas a los lados del coro, dos órganos barrocos, con sus cajas adornadas con bellas tallas.

La obra insigne de la iglesia es la capilla mayor y el crucero, permitiendo valorar este templo como único en el arte granadino y uno de los más inspirados del Renacimiento español. En los laterales del crucero hay unos retablos hechos en piedra con tres hornacinas que acogen guerreros y grandes escudos de los patrocinadores, completándose con angelotes, máscaras y figuras de Virtudes: Fe y Esperanza, en el izquierdo, y Fortaleza y Justicia en el de enfrente. Llegando a las bóvedas, el repertorio plástico y simbólico se enriquece y convierte en discurso heroico.

La bóveda del presbiterio se divide en dos partes. La primera alberga relieves con santos y santas que destacaron por su carácter guerrero y esforzado como patronos y abogados del Gran Capitán y su esposa. En toda la capilla y retablo la dualidad masculina-femenina se plantea como un discurso explícito  y siempre disponiendo las figuras varoniles a la izquierda y las femeninas a la derecha, como corresponde al protocolo de jerarquía; así estarán también ubicados en los retablos los Duques. Todo históricamente coherente, retóricamente intachable, visualmente magnífico y obra señera del gran Diego de Siloé. Aunque no llegáramos a captar su mensaje simbólico, la mera contemplación de estas bóvedas es siempre un espectáculo admirable.

Destaca también el retablo mayor, que puede considerar el más grandioso y monumental de los realizados en el siglo XVI en Granada, por calidades estéticas, complejidad iconográfica y tamaño; siendo solamente equiparable al de la Capilla Real. Este retablo, por sí solo, justifica la vista y dignifica aún más el monumento que lo alberga.

Abajo, a los lados, se yerguen en perpetua y serena oración las figuras orantes del Gran Capitán y su esposa; él vestido con coraza como guerrero victorioso; ella con velo, túnica y manto, como mujer recatada y piadosa.

En el crucero, al pie de la escalinata del altar mayor, se encuentran enterrados los pocos restos que quedan de los fundadores, bajo una sencilla lápida de mármol con la leyenda: “Los huesos de Gonzalo Fernández de Córdoba, que con su valor consiguió para sí el sobrenombre de Gran Capitán, están confiados a esta sepultura hasta que al fin sean restituidos a la luz perpetua. Su gloria, en modo alguno, quedó sepultada con él”.

Las paredes y bóvedas del templo están decoradas con pinturas de gran valor escenográfico y teológico que vinieron a completar aún más el discurso simbólico de este espacio inagotable. Forman un complejo y variado programa iconográfico, que va desde motivos del Nacimiento, Vida de Cristo y de la Virgen, vidas de Santos, el triunfo de la Eucaristía y de la Iglesia, etc., hasta personalizarse en el crucero con temas referentes al Gran Capitán.

Hospital Real

El edificio del Hospital Real se percibe desde el exterior como una mole cerrada. Su presencia masiva no oculta su función de contención sanitaria, su primacía en el ordenamiento urbano de la zona del Triunfo, ni su importancia monumental e histórica.

Su historia está indisolublemente unida a los Reyes Católicos, que favorecieron la fundación de varias instituciones regias en la ciudad.

Se pensó instalar el Hospital Real inicialmente en la Alhambra, pero luego se pensó en este nuevo emplazamiento, la zona del antiguo cementerio extramuros de Puerta Elvira, alejado del centro urbano y con las condiciones suficientes de salubridad.

Es a partir de  1511 cuando se impulsa la construcción del Hospital Real, de estilo isabelino o estilo Reyes Católicos: repertorios ornamentales propios del gótico final.

Las obras se emprendieron con lentitud, hasta la estancia del emperador Carlos V en su luna de miel de 1526, cuando se habilitó un cuarto para albergar a los enfermos de la Alhambra. Esta decisión, empero, terminó por crear a lo largo de aquel siglo un continuo calvario: la conciliación de las obras con la asistencia a los enfermos. Modelo cruciforme del Hospital Real de Santiago de Compostela

La lentitud de los trabajos determinará el resultado constructivo final, como una amalgama de estilos y tendencias desarrollados entre los siglos XVI y XVII. Enrique Egas asumiría el modelo cruciforme creado en el hospital compostelano de los Reyes Católicos, una cruz inscrita en un cuadrado, de cuatro crujías unidas en el centro, articuladas mediante cuatro patios simétricos.

Fortaleza, severidad y función son los rasgos fundamentales de este emblema regio, quedando la ornamentación relegada a fases ulteriores. Solo la Galería de Convalecientes, orientada hacia los jardines del Triunfo, rompe en parte el carácter macizo de la edificación.

La etapa renacentista se inicia a partir de 1520, se van levantando los dos grandes patios de arquerías renacentistas del lado meridional. Sin embargo, las obras quedaron paralizadas por un terrible suceso: el incendio acaecido el 3 de julio de 1549. A partir de entonces, la mayor parte de los fondos se aplicaría a la recuperación lenta del conjunto, sobre todo, tras el recorte drástico de rentas y beneficios que supuso la expulsión de los moriscos de Granada en 1570. Los dos patios de la derecha nunca se terminaron de decorar.

En 1982 se consolidó como el Rectorado de la Universidad de Granada, albergando la Biblioteca principal de la Universidad de Granada con interesantes obras.

Hospital de San Juan de Dios

El hospital de San Juan de Dios, constituye, sin duda alguna, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, cuya importancia a nivel arquitectónico y patrimonial se ve desbordada por su consideración como institución benéfica y casa matriz de la Orden Hospitalaria, con centros extendidos por todo el mundo. El monumento lo constituyen dos edificios, por un lado el hospital y por el otro, la Iglesia de San Juan de Dios.

Historia del Hospital San Juan de Dios en Granada

El hospital San Juan de Dios, conocido en el siglo XVI y principios del XVII como “El Hospital de Juan” ,  que se estableció primero en la calle Lucena, en 1539 y después, en 1547, en la cuesta de Gomérez, para recalar ya definitivamente en este lugar en 1553. El edificio pertenecía entonces a los Hermanos de la Orden Jerónima y aquí fue donde estuvo el primer monasterio de San Jerónimo. Más tarde fue refugio para viandantes y peregrinos.

En la década de 1540-50 los jerónimos ceden el solar a los hermanos hospitalarios, los cuales comienzan la construcción del nuevo hospital según trazas de Juan de Maeda. En 1593, tras un largo pleito con los jerónimos, pasa a ser propiedad de la orden hospitalaria. Las principales reformas y partes notables del edificio se realizaron ya en el siglo XVII, comenzando por la portada, el patio principal y la escalera, entre 1733 y 1759 la construcción de la basílica dedicada al santo y el segundo claustro del hospital. Con la Desamortización de Mendizábal, en 1836, la propiedad del inmueble pasó al Estado y, posteriormente, a la Diputación Provincial, funcionando como centro sanitario a cargo de las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl hasta la década de 1990. En la actualidad está dedicado a consultas del SAS, en espera de rehabilitación y un nuevo destino funcional.

El patrimonio cultural del Hospital San Juan de Dios

La portada se terminó en 1609, posiblemente con traza de Ambrosio de Vico. Está realizada en piedra gris de Sierra Elvira y mármol de Macael. La  hornacina de la parte superior alberga la estatua en piedra del tránsito o muerte del Santo fundador. El fondo de la hornacina es un lienzo que intenta reproducir la habitación donde se produjo la muerte del santo, el cual, sintiéndose morir se levantó del lecho y así, de rodillas y abrazado a la cruz, expiró.

Consta de dos patios con una serie de dependencias en torno a ellos, muy reformadas en los últimos siglos. Lo más antiguo identificable es el artesonado de la primitiva capilla, parte del cual es visible en el actual zaguán. A través de un amplio zaguán se accede al patio principal. Está formado por cuatro galerías en dos plantas). El tercer cuerpo del lado de la iglesia es un añadido posterior. Las paredes de las galerías inferiores muestran un conjunto de lienzos y pinturas murales que muestran la vida de San Juan de Dios, realizadas entre 1749 y 1759. A pesar de su estado, es testimonio de gran importancia devocional y celebrativa. En el centro del patio se encuentra una fuente barroca con el emblema de la Orden. Bajo ella existe un gran aljibe.

La escalera principal es, sin duda, uno de los más logrados espacios del hospital. José de Bada la realizó en 1737 con gran ornamentación barroca y está cubierta por gran alfarje dorado de lazo pintado. En sus muros se exponen cuadros de Juan de Sevilla.

En la antigua sala capitular de los hermanos hospitalarios, se ha eliminado el yeso que la dividía en habitaciones para enfermos y se ha restaurado su rico artesonado mudéjar de lazo. Presidiéndola, se exhibe la obra El incendio del hospital, del granadino Manuel Gómez Moreno, anteriormente en el Museo de Bellas Artes.

Basílica de San Juan de Dios

La Iglesia Basílica de San Juan de Dios es la segunda de las construcciones de la Orden Hospitalaria en Granada junto al Hospital San Juan de Dios. Lo primero que conviene tener en cuenta, como valor peculiar de este templo, es la perfecta unión que se produce entre su estructura, ornato y repertorio iconográfico, ya que todo se realizó en apenas 25 años, dirigido todo por el arquitecto José de Bada. Las obras se iniciaron en 1734, terminándose las tribunas y coro en 1738 y la gran fachada en 1741; por su parte, los retablos, imágenes, pinturas y demás ornato se inicia en 1740, continuando con las obras del camarín hasta la finalización y bendición del templo, en 1757.

Al exterior podemos advertir su disposición oblicua a la calle, con un ángulo bastante pronunciado, desviación que sin embargo apenas se percibe al entrar en el interior ya que queda corregido por la disposición poligonal del vestíbulo.

La fachada está delimitada por dos torres rematadas en chapiteles de pizarra que flanquean la portada propiamente dicha. La calle central está presidida por el Santo Fundador, resuelta con severa dignidad y rostro doliente.

Sobre el arco de acceso los relieves de la Esperanza y la Caridad acompañan al emblema Hospitalario. Debajo de los medallones laterales, dos lápidas recuerdan la fecha de realización del templo, de 1735 a 1757. El frontón del remate está ocupado por un Dios Padre y encima, de nuevo,  el emblema de los Hospitalarios. La finura de los relieves y molduras se ve reforzada por la utilización de piedras de diversos colores, dando como resultado la portada más monumental de la Granada Barroca.

Espectacular visión del interior Barroco de la Basílica de San Juan de Dios

El interior presenta una disposición de cruz latina presidido por el gran retablo mayor y camarín con las reliquias del Santo. El coro semicircular, a los pies, acentúa el claro sentido escenográfico que tiene todo el templo.

Es propio del Barroco Pleno con acumulación de elementos como la infinidad de cornucopias, espejos, alabastros, repisas, guirnaldas, escudos, golpes de hojarasca, la profusión del dorado en molduras, arcos y pilastras, cuando no los ostentosos retablos, cuadros, esculturas y altares, complejo repertorio que ocupa toda la superficie de este interior. Difícilmente una o muchas fotografías nos permitirán hacernos una idea completa de los que supone la visión y vivencia de este interior.

El retablo mayor tiene una amplia calle central que acoge, de abajo arriba, el sagrario, encima de la ventana del camarín y más arriba un pequeño tabernáculo o segundo camarín con la imagen de la Inmaculada Concepción, a la cual está dedicado el templo. Los laterales del retablo quedan como ochavados para abrigar todo el conjunto. Los temas iconográficos están todos realizados en escultura.

Un elemento de especial interés arquitectónico, plástico y religioso es el camarín. Se accede por una intrincada escalera, con una rica baranda de maderas nobles y zócalo de mármoles y azulejos. Pasamos de aquí por el camarín propiamente dicho, estando dividido a su vez en dos estancias. La primera acoge la urna de plata con los restos de San Juan de Dios, protegida por un suntuoso tabernáculo de madera dorada. La cúpula y las paredes de la estancia están literalmente forradas por pinturas, entalles de hojarasca, espejos, paños recortados, estípites, medallones, guirnaldas y un sinfín de detalles ornamentales, pero nada es tan impresionante como los 180 relicarios de variadas forman, la mayoría Santos mártires y, en un lugar privilegiado, la cruz del Santo Fundador.

Capilla de San Juan de Dios

En el comienzo de la calle Elvira se sitúa una pequeña capilla que se alza en el mismo lugar donde se ubicó la tienda en que San Juan de Dios vendía libros piadosos a los jornaleros antes de comenzar su obra hospitalaria. Esta pequeña librería le permite estar en contacto con literatura de tipo devocional y religioso, lo que despierta su vocación religiosa, junto a un sermón de San Juan de Ávila, que presencion en la Ermita de los Mártires.

Este pequeño local fue convertido en capilla bajo la advocación del santo, la actual capilla neogótica, tiene sencilla portada ojival y cartela conmemorativa.

Iglesia de San Andrés

La iglesia de San Andrés está cerrada temporalmente al culto por obras, fue erigida en 1521 dentro del plan de parroquiales en la ciudad, fue devastada por un incendio acaecido en 1818. Se encuentra en la zona baja del Albaicín, muy cerca de Gran Vía.

La torre-campanario recuerda la de la iglesia de Santa Ana, la erigen en uno de los ejemplos más notables de torre mudéjar granadina.

La iglesia de San Andrés pertenece a la primera etapa constructiva de las iglesias parroquiales granadinas, en la tercera década del siglo XVI. Hoy se conserva el edificio parcialmente reconstruido a causa del  incendio que sufrió en el siglo XIX, que redujo el inmueble a sus muros perimetrales y a la torre. De sus techumbres de madera, todas de buena factura y hoy sustituidas por bóvedas, sólo se conservó la armadura ochavada de la capilla del Marqués de Caicedo, a la derecha de la capilla mayor. La torre, de mediados del XVI, supuso en su época una novedad por su planta rectangular, sus albanegas vidriadas, el remate remetido, y el tejado totalmente vidriado, estableciendo un modelo para las torres mudéjares granadinas. Por último, destacar que entre las obras que se conservan en esta iglesia se halla un Crucificado del siglo XVI, un lienzo de la Inmaculada del estilo de Ambrosio Martínez, otro de la Virgen y el Niño, copia de un original perdido de Alonso Cano, y uno de Jesús y el Bautismo, obra de Vicente Cieza de 1685. Agencia Albaicín